INTIMIDAD: MAURICIO Y GIOVANNA - Segunda parte (Relato de Amor Erótico)



Por 
Azucena Buendía.


Luego de acabar el tratamiento y de haberse vuelto a matricular en una clase con Mauricio, Giovanna sentía que la ocasión de tenerlo entre sus piernas no se daría nunca, lo deseaba, su voz gruesa, su cabello adornado con un puñado de canas que le daban ese toque elegante y maduro que tanto le gustaba, sus formas toscas de tratar a todo el mundo que contrastaban con lo delicado del contacto para con ella, el verlo serio y responsable en sus asuntos le hacía admirarlo cada vez más, el saberlo tan tierno y tan especial para con ella le hacía desearlo más, pero el entender que era casado y prohibido le hacía pensarlo dos veces antes de lanzarse.
Pero Mauricio, una tarde cualquiera, se animó a proponerle que fuera a su apartamento. Ya había ido antes, una noche de copas en la que después de cenar con Anabel e invitar a otros amigos terminaron cantando y tomando, allí se habían besado por primera vez y también había usado el alcohol como excusa para decirle cuánto le gustaba, sí era una jugada un poco baja, pero sirvió para saber que ella pensaba igual que él y que si decidía avanzar, era posible que ella lo acompañara en el camino.
No recordaban mucho de todo lo que hablaron, rieron e hicieron porque el trago les había jugado una mala pasada, pero al despertar juntos, envueltos en un abrazo cómodo y deseando repetir lo que sea que hubiese pasado la noche anterior, entendieron que podía repetirse y que el disfrutar su compañía y su amistad no era algo imposible. Que fuera moralmente aceptable era un asunto muy diferente, pero no iba a ser eso lo que los detendría, habían logrado superar la parte difícil, aún sin saber exactamente cómo.
Él tenía la imagen de una Giovanna danzando sobre su pelvis, sintiendo lo firme de su erección dentro de sí, con sus pechos al aire, moviéndose al ritmo de sus vibraciones, agitada y orgásmica, con una expresión de placer que lograba iluminar su hermoso rostro con su cabello alborotado y sus ojos brillantes de éxtasis. Giovanna, por su parte, se debatía entre creer o no lo que su mente le decía, no sabía si era su imaginación o si era tan real como lo pensaba, Mauricio tumbado en la cama, mirándola con ensoñación, con una mueca indecisa entre placentera y sonriente en su rostro, tomándola fuerte por su cintura mientras ella sube y baja sintiendo el entrar y salir de un duro pene en su vagina, sentirse extasiada y ardiente, deseada, sentir cómo sus manos recorrían sus senos y su vientre con una calma inigualable, y terminar su recuerdo con ella acercándose a él para besarlo con deleite.
Al decirle que le gustaría que fuera a su casa por la noche, que la esperaba a eso de las siete, confiaba en que ella aceptara, pero no pensó que lo hiciera de forma tan decidida, le dijo que obviamente estaría allí y le pidió que le enviara la dirección exacta de su casa. Luego de esa invitación que la dejó sin palabras, aprovechó que no tenía más clases y decidió ir a relajarse y ponerse hermosa para el hombre que le robaba suspiros, el salón de belleza sería el lugar indicado para pasar la tarde del viernes.
—¡Hola Gio! Tiempo sin verte, ¿a qué debemos el honor de tu visita? — la saludó la administradora de su estética favorita. En efecto, hacía días no las visitaba.
—Ganas de verme linda, Cami, sólo eso ¿tienes turno para cortarme el cabello y hacerme las uñas? — le dijo, ocultando sus ganas de ser la mujer más hermosa del mundo, pues ya se sentía la más feliz.
—Claro, es cuestión que esperes unos momentos y ya te hago pasar, puedes esperar en la sala de estar, ven te acompaño.
La llevó hasta un saloncito tranquilo donde debían esperar los turnos para ser atendidas, allí había una chica hojeando revistas, que se alarmó al sentirlas entrar.
—No te asustes Angie ¡venimos en paz! — bromeó Camila —te presento a otra de nuestras clientes favoritas, Gio ella es Angie— le informó mientras señalaba a la hermosa mujer— pueden conversar mientras las llamamos, serán atendidas al tiempo—les dijo mientras cerraba la puerta.
Ya solas, Angie se disculpó por haber actuado extraño cuando ellas llegaron, le explicó que era fotógrafa y que le habían encantado unas fotos que encontró en cierta revista de animales por lo que estaba totalmente concentrada. También le contó que estaba un poco nerviosa porque un amigo suyo la había invitado a un concierto esa noche y no sabía qué quería él con ella, pero que ella estaba perdidamente enamorada de él, que él era un gran hombre, que no sabría qué hacer si él la rechazaba, y un largo etcétera que duró los siguientes 45 minutos mientras les arreglaban las uñas, le contó cómo se habían conocido, qué hacían y qué luciría esa noche.
Giovanna sólo descansó de su parlanchina nueva amiga cuando la llamaron para cortarle las puntas del cabello. Pero mientras ella hablaba y hablaba, Gio recreaba en su mente los mismos momentos vividos con Mauricio, aquella primera clase juntos, la forma en que él la miraba, el cómo ella deseaba que las cosas entre ambos fueran diferentes, disimulando apenas un poco la emoción de que fuera él quien se interesara por verla.
Ya en casa exfolió su piel, escogió muy bien su ropa interior y probó algunos perfumes hasta decidirse por el que le parecía sería más propicio para la ocasión, esa noche usó el aroma Amor-Amor de Cacharel, una fragancia dulce y floral que no llegaba a ser penetrante ni empalagosa y que sabía que se adaptaba muy bien a su aroma natural. Jeans ajustados, camiseta blanca y un par de tenis componían su relajado vestuario. Tratando de ser puntual sin parecer desesperada, llegó a eso de las siete y media, sin afanes, tratando de controlar la emoción de disfrutar, por fin, un momento a solas con Mauricio, sin gente caminando a su alrededor, sin miradas acusadoras, sin reloj, ni temas externos que les obligaran a disimular sus emociones, sus deseos, sus ansías.
Él disfrutaba un whisky mientras esperaba que Giovanna llegara, ella no había llamado a confirmar, pero quería creer que no lo dejaría plantado, por más que intentara negárselo a sí mismo, estaba bastante ansioso. Toda la energía invertida en su consumido matrimonio lo hacía sentirte agotado, triste e incluso decepcionado, en la época en que conoció a Naomi tenían tantos ideales y metas en común que no supo en qué momento del camino se transformaron en personas totalmente diferentes de las que solían ser, esas tardes de estudio en la universidad en que soñaban con un futuro tomados de la mano, apoyándose el uno al otro en cada etapa de la vida, eran instantes que le atormentaban al día de hoy.
Naomi dedicaba su vida enteramente a su trabajo, una psicóloga muy ocupada, cuadrando sesiones en otras ciudades y con citas en horarios inverosímiles, lo que no le permitía darse cuenta de qué hacía él con su vida. Lo había abandonado hacía años, una ausencia dolorosa, esa ausencia presente en la que sabes que la otra persona no está para ti, pero puedes sentir su aroma en aquella parte de la cama que se ha dignado compartir contigo, cuando has deseado saborear el rojo carmesí que impregna en la taza del desayuno porque ya sus labios no se acercan a los tuyos más que para decirte hola o adiós con un casto beso. Extrañar al ser que tanto amaste pero que ahora es solo un ente en tu vida, saber que al encontrarte dormido en el estudio porque te venció el cansancio, prefiere ponerte una manta y dejarte tirado en el sofá a despertarte con un cálido beso e invitarte a compartir con ella el resto de la noche.
Dolía, ella le dolía, pero había aprendido a hacer el duelo de su ausencia con ella presente. Ahora sólo sentía un gran respeto por esa hermosa mujer que antaño le daba tantas alegrías, la admiraba por la forma en que se había abierto campo en su profesión y por cómo otros, alumnos, colegas y amigos, también la respetaban y admiraban. Pero por más que se esforzara no encontraba un sentimiento diferente por aquella que llamaba su esposa.
El ding-dong del timbre lo sacó de sus pensamientos permitiéndole aterrizar suavemente en la realidad. En ese preciso instante su realidad se basaba en una hermosa joven de 21 años que llamaba a su puerta, con el cabello húmedo suelto sobre sus hombros, con una sonrisa picarona y ojos vivaces que dejaba ver a través de ellos cuánta euforia le producía su reunión. Al estar frente a frente, dejaron a un lado las formalidades y se fundieron en un beso tan apasionado que los dejó sin aliento. Mientras Mauricio acariciaba con glotonería toda su espalda y metía los dedos por debajo de su brasier, jugueteando con el broche posterior del mismo, ella pasaba su mano por el corto y suave cabello de él, acariciando su cuello y sintiéndose embriagada por su aroma amaderado y el sabor inconfundible del whisky en su boca.
El placer que sentían en ese momento los llenaba por completo, se sentían plenos, cómplices, fascinados por tenerse el uno en brazos del otro. El mundo exterior poco o nada importaba en esos momentos de dicha, no habían pasado cinco minutos desde su llegada y ya se sentían tan a gusto que podrían estar juntos mientras el destino se los permitiera. Mantuvieron el beso hasta llegar al sofá más grande de la sala, donde Mauricio se sentó y Gio quedó entre sus piernas, abrazándose ella depositaba suaves besos en su cabeza mientras él la apretaba con necesidad, escuchando los latidos arrítmicos de su corazón, tratando de calmar su ansiedad y dejar de sentirse absorto ante aquella escena inefable, definitivamente aquello debía ser un sueño, un sueño vívido en el que la musa de su inspiración se hacía realidad frente a él, con un olor penetrante y adictivo, con unos labios de los cuales no podía separar los suyos y con una dulzura que no creía merecer.
Se miraron largamente a los ojos, diciendo todo sin musitar palabras, con la emoción contenida en la garganta y con una sonrisa digna de comercial de dentífrico. Se amaban, no había que decirlo, el aire a su alrededor se alteraba ante su unión, Cupido los veía desde un rincón y se sentía orgulloso de haber disparado sus flechas en tal dirección, sin tener conciencia de lo que había hecho y de lo difícil que era mantener aquello.
—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? — le preguntó el anfitrión.
—No te preocupes, lo que necesito lo tengo justo delante de mí —le contestó sonriente, dándole un suave beso en la frente.
—Me pones tonto, disculpa si no coordino bien — se disculpó
—¡Wow, eso me halaga! Nunca creí que generara eso en ti, odiado profesor —le refutó juguetona.
—Para que veas, este negrito tiene su corazoncito.
—Lo noto… aunque un trago de eso tan delicioso a lo que saben tus besos no me caería nada mal— le indicó separándose un poco de su agarre y señalándole la botella sobre la mesa de centro.
—¡Para ti lo que sea! — le dijo mientras le servía un trago de whisky.
Ella se sentó sobre un tapete mientras él permanecía en el mueble, de tanto en tanto acariciaba su pierna estirada, conversaban de la vida, de las penas y alegrías. Él le contó acerca de cómo su padre se hizo el de las gafas con la responsabilidad del hogar. Y mostraba lo orgulloso que se sentía por la forma cómo su madre los había sacado adelante a él y a sus hermanas con el fruto de su trabajo. Todo eso para Giovanna era nuevo, pues sólo conocía su lado profesional, conocerlo, llegar a su lado humano, verlo tan frágil y saberlo tan fuerte generaba en ella un sentimiento cada vez más intenso por él. En medio de la conversación le quitó los zapatos y acarició también sus pies, a pesar de parecer no notarlo, cada detalle de ella para con él lo emocionaba como un chiquillo. Cuando ella le pidió que le sirviera un nuevo trago, él aprovechó la oportunidad y se sentó en el suelo junto a ella.
Los besos y caricias estaban al orden del día y pronto comenzaron a sobrar las prendas de vestir, el tacto suave de los labios de Giovanna en distintas partes de su cuerpo lo hacía vibrar y desear tomarla allí mismo, pero no quería acelerar el proceso ni parecer desesperado. Por mucho que lo estuviera. Con tranquilidad le ayudó a quitarse la camiseta y besó sus hombros, corrió un poco el tirante del brasier y la dejó con ganas de más, buscando su boca y disfrutando el roce de su piel, memorizando cada parte de su cuerpo, temiendo que fuera su única vez. Ella se posó sobre él quitándole su camiseta y dejándolo solo con sus jeans, acercando los senos a su rostro e instándole a tomarla.
—Te confieso que me has fascinado mucho más de lo mensa que ya me tenías, conocer tu lado humano, tu dulzura, ¡dejar a un lado tu coraza! — dijo ella mientras besaba cada parte de su rostro.
—‎Y yo te confieso que me moría de la ansiedad y que tu presencia me dejaba estupefacto. Siempre me ha fascinado tu belleza y esa forma de ser tan tuya. — le respondió un sincero Mauricio.
En sus 38 años había aprendido ciertas cosas en asuntos de mujeres y una de ellas era entender su lenguaje. Al captar su indirecta y la tomó en brazos, besándola, mimándola, logrando extasiarse ambos con la sola idea de lo que pasaría. No querían que la noche acabara, no querían despedirse, no querían pensar en nada que no fueran ellos dos amándose. Al llegar a la habitación, se dejó caer sobre la cama con ella todavía en brazos, hacía mucho no se divertía tanto.
Como pudieron se despojaron de sus pantalones, la comodidad de la ropa interior los mantuvo a salvo del pudor y de las inseguridades físicas de Giovanna, quien disfrutó apreciar ese cuerpo firme cuyo tono color dulce de leche no provocaba más que saborearlo todito, a besos, a mordiscos, a diario, por siempre. Comenzó por besar su cuello, mordisqueando y succionando suavemente, recorriendo su pecho, acariciando sus brazos y sintiendo cómo se tensaba cada tanto, sabía que él lo estaba disfrutando tanto como ella.
Cuando llegó a su pene no dudó en lamerlo de arriba abajo y fijar su sabor en la mente, era exquisito hacer visible la excitación de su amante, lo miraba a los ojos mientras calmaba con besos esa ardiente erección que amenazaba con explotar en cualquier momento. Quería complacerlo de todas las formas que fueran posible, acariciaba sus testículos mientras lamia su pene, lo sacaba de su boca y lo acariciaba con su mano rodeándolo por completo, lo rozaba con sus senos y volvía a introducirlo en su boca, le fascinaba verlo disfrutar y observar su sonrisa pícara.
Para Mauricio la sensación era increíble, ella lo mimaba, lo acariciaba y lo hacía sentir tan deseado que temía que la ansiedad le jugara una mala pasada con su erección, pero no dejó que eso opacara el placer tan sublime que experimentaba, no quiso separarla de sí cuando sintió a punto su eyaculación porque pensó que ella disfrutaría más la sorpresa. Y no se equivocó, pues al saborear Gio su semen incrementó su deleite y succionó con ganas cada gota, lamiéndose los labios y sonriéndole mientras rehacía con besos el camino hasta su boca.
Quiso recrear la escena que tenía en su memoria, al dudar acerca de si era real o no, decidió que si había sido tan especial como la recordaba podría mejorarla estando consciente de lo que hacía, por lo que se desnudó por completo y comenzó a frotar su cálida y empapada vagina contra la verga de Mauricio que, en principio, no estaba totalmente erecta pero al sentir lo suave de esa estrecha abertura que tanto deseaba, reaccionó de inmediato, él la dejó actuar y gozó cada movimiento. Sentía la presión de su glande abriéndose paso a través de su centro, un camino que conducía a la gloria, se debatía entre cerrar los ojos dejándose llevar por el éxtasis o contemplar cada gesto de placer que producía en esa jovencita que lo enloquecía cada vez más. Era una dulce tortura el verla alternando lo estrecho de su vagina con el tormento de estar fuera de ella, liberado de su calor abrasador.
El cabalgar sobre el objeto de su deseo era hacer realidad una fantasía, el ver el color parejo de su piel, su cuerpo firme y dispuesto para ella, la hacía sentir valiosa, le daba un poder sobre él que nunca se imaginó tener. La dejaba ser ella, no la presionaba ni le daba órdenes, por el contrario, parecía divertirse con cada ocurrencia que ella llevaba a cabo. Era un tipo maravilloso. No solo porque estuviera siendo profundamente penetrada por él, sino porque además era tierno, humano, con una mirada cálida y palabras sinceras. El cabello alborotado de Gio moviéndose al ritmo de sus caderas, hacía que él estuviera orgulloso de haber tomado la iniciativa de llegar hasta allí, se felicitaba internamente al tiempo que se reprochaba el no haberlo intentado antes.
Sus senos danzaban al compás del vaivén que lograba con cada cuclilla, propinándole a Mauricio una vista sinigual, dos hermosas montañas que se acoplaban perfectas al tamaño de sus manos, pezones claros y definidos, erectos, perfectas circunferencias que gritaban su deseo por ser besados, mordidos, degustados. Ambos sentían el deleite de ser uno solo, las miradas profundas hablaban por sí solas, no querían que amaneciera, hacían el amor con esa magia que permite olvidar los problemas, el pasado, las preocupaciones, el futuro, las personas, las cosas, el caos; olvidar lo que perturba la felicidad infinita de saberte correspondido, cómplice, amante y amigo de esa persona que te lleva a ser mejor, a sonreír sin una razón específica y a tener ganas de levantarte cada mañana.
El suave tacto de sus caricias los hechizaba. Estar abrazados, besándose y moviéndose suavemente apenas lo necesario para extender el orgasmo lo máximo posible, mientras él la abrazaba de espalda, estaban mirando ambos en la misma dirección y ella cerraba sus ojos, él le besaba el cuello, y rozaba su nariz por su cabello, la espalda de Gio se apoyaba delicada en el pecho firme de Mauricio, quien la penetraba desde atrás y acariciaba sus senos expuestos logrando una intimidad absoluta, era fácil alcanzar el placer entre ellos, así que no tardaron mucho en venirse y quedar profundamente dormidos.



AZUCENA BUENDÍA: Seudónimo de una intensa escritora de nacionalidad colombiana que nos da el honor de compartirnos uno de sus escritos. ¡Gracias!

Comentarios

  1. Estimada Azucena buendía:

    De los relatos que más me ha impactado terminé con la cabeza que me iba a explotar llega,llega fuerte intenso como dice el doctor la secuencia del hecho descrito con magistral profesión y coherente en su narrativa bien explícita. Excelente la técnica osea su formación como escritora una profesional en este arte me gustaría saber más de la persona humana que está detrás de la pantalla y siendo de otro país imagino ya publicó novelas de contenido erótico.

    Saludos afectuosos,

    Richards M.

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