EL PUENTE (Relato)




Sucedió una mañana cualquiera.

Eusebio atravesó el parque, con sus zapatillas negras y su impecable traje blanco, y se dirigió al puente de madera para cruzar el río. A su alrededor, algunas familias compartían juegos y había enamorados adolescentes haciéndose promesas vacías en las bancas. A Eusebio nada de eso le importaba. Aceleró el paso y comenzó a caminar por el puente, pero justo antes de poner un paso fuera de éste se encontró, de nuevo, al principio, cerca de un par de árboles que se mecían con el viento.

Eusebio se asustó. ¿Acaso había imaginado que atravesaba el puente? No sabía mucho de psicología, pero estaba seguro que aquello no era normal. Sin embargo, como se viera en la necesidad de llegar urgentemente al otro lado, prefirió preocuparse por su salud mental más tarde.

Caminó por el puente, con paso rápido, sintiendo las maderas crujir bajo sus pies, pero nuevamente, antes de llegar al final, se encontró al principio.

Aterrado, Eusebio dio media vuelta. Había algo raro con ese puente y no pensaba cruzarlo. Comenzó a caminar hacia atrás, pero cuando hubo avanzado un par de metros, se encontró -o mejor dicho, se reencontró- en la entrada al puente.

-¡Dios mío! -gimió Eusebio-. ¿Qué está pasando?

Aterrado comenzó a correr hacia atrás, pero esa fuerza mágica lo devolvió a su sitio. Luego trató de atravesar el puente a toda velocidad, pero tampoco resultó, ya que no lograba dar el paso final sin ser devuelto a su punto de salida.

Sin saber qué otra cosa hacer, comenzó a palparse para llamar a alguien,pero había dejado el teléfono en casa.

Ya no tenía otra opción: Desesperado, gritó por ayuda.

-Por favor... ¡por favor, auxilio! ¡Auxilio!

Un hombre que jugaba con su hijo, le pasó la pelota al pequeño, y se dirigió hacia Eusebio trotando.

-¿Le pasa algo, amigo? -preguntó.

Eusebio comenzó a hacer una explicación atropellada de lo que le estaba ocurriendo, pero, cuando el hombre estuvo a unos metros, se esfumó y reapareció más allá, jugando con su hijo.

Entonces Eusebio lo entendió.

Cada vez que lo regresaban, todo volvía a ser igual. El mismo pájaro volando en el cielo, el mismo niño saltando, la misma pelota de colores describiendo un arco en el aire, la misma risa de una chica, el sonido de un claxón lejano. Todo, todo exactamente igual.

Y Eusebio lloró al comprender que era el tiempo: ¡El tiempo estaba regresando!

Nadie parecía saberlo, excepto él, y no tenía idea de como repararlo, pero sabía que no podía quedarse en ese instante para siempre.

Eusebio decidió luchar contra el tiempo.

Corrió hacia el hombre que jugaba con su hijo, pero regresó a su puesto original antes de poder tocarlo. Después caminó y se quedó a mitad del puente, sin embargo, luego de un corto rato, fue regresado a su sitio. Ante esa nueva derrota, se arrojó al pequeño río, pero de nuevo volvió a su lugar con la ropa seca.

Corrió hacia un lado y corrió hacia el otro. Nada, nada le funcionaba.

Después de mil intentos de escape, se desplomó en la entrada del puente, desesperado.

¿Cuánto tiempo había transcurrido? No lo sabía. Se percató de que no sentía hambre, cansancio, sed ni ganas de ir al baño. Tampoco la gente a su alrededor parecía variar en lo más mínimo, ni siquiera la posición del sol cambiaba, ¡Así que, en realidad, no había forma de preguntarse cuánto tiempo había pasado, puesto que el tiempo aún no había pasado!

Al final, Eusebio concibió la única manera de escapar. Se quitó el cinturón, lo pasó alrededor de su cuello, subió al árbol más cercano y ató el otro extremo a una rama.

Cerró los ojos y pensó en su madre.

Luego, maldiciendo al tiempo, se arrojó al vacío...

No sintió el tirón en su cuello, ni el golpe que rompería sus huesos o el abrazo fatal del cuero quitándole la respiración. Sólo se vio a sí mismo, de nuevo frente al puente, contemplando una pelota de colores, una chica que ríe, un pájaro vagabundo, y un paisaje al otro lado del río al que no podrá llegar en toda la eternidad.


R. BERRÍOS

Lunes Santo, 2020.

6:00 am.



ROBERTO BERRÍOS es un escritor radicado en Matagalpa. Autor del libro LA PIEL DE LA LLUVIA es el ganador del Certamen Literario Mario Teresa Sanchez 2016 con su ensayo LA CEGUA. Su obra se ha publicado en revistas internacionales como SIREVA VARADA, LETRALIA y MARABUNTA. Organizó el Taller Literario Matagalpa 2019 para jóvenes autores con el apoyo del poeta Rafael Mitre.

Comentarios

  1. Que relato tan inquietante. Me ha tenido temblando desde el principìo al final.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

"CARTA A UNA SEÑORITA EN PARÍS" (ANÁLISIS DEL CUENTO, CRÍTICA Y REFERENCIAS)

"DOS CUERPOS" (OCTAVIO PAZ) POEMA Y ANÁLISIS

MI PRIMITA (Relato)